sábado, 10 de abril de 2010

Conclusion 96

Podría hacer una lista de cuantas veces me he sentido humillada, defraudada, decepcionada, infravalorada, pisoteada, burlada, insignificante... Podría dar los nombres y apellidos de las personas que me han hecho sentir así. En la lista no aparecerían mis "enemigos" sino aquellas personas más cercanas a mí y que en teoría más me quieren. Resulta paradójico, ¿no? Las personas que más daño te harán en tu vida son las que a su vez más felicidad te producirán. Es el "pequeño" inconveniente de confiar en las personas. 

Me pregunto si esas personas serán conscientes de lo que hacen. ¿Realmente saben el daño que pueden producir con esas palabras o actos? ¿Lo hacen conscientemente o inconscientemente? En mi caso, salvo en una ocasión, nunca he tratado de hacer daño, o al menos conscientemente (quizás si preguntase a los damnificados contestarían todo lo contrario). Lo que si que es verdad es que a veces he tardado varios meses en darme cuenta de mis errores y asumir el mea culpa. Un día cualquiera tras una conversación normal se me enciende la bombillita y EUREKA! descubro que la culpa era mía y al día siguiente me retracto. Afortunadamente las dos veces que me ha ocurrido, y siempre con la misma persona además, dicha persona nunca me ha mandado a "freir esparragos". 

El hecho es que aquellas personas que realmente te conocen, no solamente conocen tu caracter, tus aficiones y tus miedos, sino que tambien conocen tu talón de aquiles y en determinadas ocasiones, sobre todo en las discusiones, pueden usar ese punto de debilidad para hacerte daño. El querer a una persona, ya sea como amigo, novio, hermano, primo, vecino o lo que sea, implica abrirte a ella, mostrar todos tus miedos y en cierta medida ser vulnerable a ella. Significa otorgarle todo el poder para que te destruya mientras que confías en que nunca lo hará, pero en ocasiones, irremediablemente lo acaban haciendo.

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