jueves, 22 de septiembre de 2011

Conclusión 193

Si miras a tu alrededor, seguro que encuentras algo que tienes desde hace tiempo pero que nunca has utilizado. Puede ser un juguete de la infancia o una camiseta pasada de moda. Realmente hace años que no lo has usado, ni siquiera te acordabas de él, pero cuando tu madre te insiste en tirarlo tu te niegas rotundamente y luchas con uñas y dientes para conservarlo. La primera vez ganas la partida, la segunda puede que también. Pero a la tercera, tu madre ya no te pregunta si quieres tirarlo, directamente lo tira. No sufres la perdida porque en realidad nunca le has tenido cariño.

Eso a menudo pasa con las personas. Personas que han estado contigo desde siempre pero que has dejado en un segundo plano, pensando que siempre estarían y cuando te quieres dar cuenta ya no están, las has perdido.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Conclusión 192

Estoy nervioso. No debería de estarlo. Habrá más de quinientas personas en la sala, es muy difícil que la vea. De todas formas, deseo verla. Inconscientemente me he puesto mi camiseta de la suerte. Estoy en el bus y no dejo de pensar en ella. Ha pasado medio año desde que la vi. ¿Se acordará de mi?
Genial. He llegado tarde y me toca de pie. Tengo una visión privilegiada, puedo ver a todos los asistentes. Un momento, creo que está allí. A la derecha del todo, al lado de las escaleras. ¡Se está dando la vuelta! Ha mirado hacia arriba. Hemos intercambiado la mirada, al menos un milisegundo. Sigue tan radiante como siempre. Sin dejar su sonrisa. Creo que no me ha reconocido. 
La he perdido. No sé donde se ha metido después de la conferencia. En fin, queda mucho tiempo por delante seguro que la vuelvo a ver. Espera, está en la parada del bus. Acercate, saludale y hablale. Parate a hablar. Parate.
¡Te he dicho que te pararas! ¡Un simple saludo con un levantamiento de cejas, no es hablar! En fin, queda media hora de bus para lamentarme. La próxima vez hablare con ella, lo prometo.

sábado, 3 de septiembre de 2011

Conclusión 191

Nunca he sido una niña que haya creído en hadas, fantasmas o en el ratoncito Pérez. Ni siquiera llegué a creer en los Reyes Magos. De pequeña no tenía miedo a nada. Era una auténtica temeridad, por ello tengo mis rodillas llenas de cicatrices, un dedo y una muñeca rotos, una operación y miles de accidentes más. Podía dormir yo sola en un desván gigantesco, sin escuchar sonidos aterradores. Mi único punto débil eran las pesadillas. Casi siempre eran las mismas: que si me persigue un león, que si me secuestra el Capitán Garfio, que si mi madre se convierte en una bruja malvada...

Conforme fui creciendo, las pesadillas desaparecieron junto con mi temeridad. En cambio, ahora creo en cosas tan fantásticas y de ciencia ficción como la felicidad o el amor para toda la vida y tengo un miedo atroz a las estadísticas, cuanto más bajas son, más miedo dan. 40% 30% 20% 10%... Dan miedo, ¿verdad?

viernes, 2 de septiembre de 2011

Conclusión 190

No le importaba que fuese verano y estuviese de vacaciones, le gustaba despertarse con la luz de la luna. A tientas, bajaba hasta la cocina donde tomaba un simple vaso de leche. Cogía su cámara de fotos y sin hacer ruido salía por la puerta de detrás. A fuera, el frío le hacía estremecerse. Con paso firme se dirigía hacia lo alto del pueblo. Allí, en la cima de la montaña, contemplaba cada día el amanecer. Sacaba decenas de fotos: el Sol todavía escondido entre las montañas, el juego de sombras, los colores violetas y anaranjados. Todo, no se olvidaba de inmortalizar ni un solo detalle.

Pero hoy era distinto. Hoy, aunque lleva la cámara de fotos, permanece quieta mirando el horizonte. Prefiere por una vez contemplar todo aquello a través de sus propios ojos. Ahí continúa hasta que los rayos de Sol iluminan el último recóndito lugar en tinieblas, mientras piensa en lo insignificante que es entre toda esa belleza.