sábado, 18 de septiembre de 2010

Conclusión 124

UNA DE CADA DIEZ
Una tarde lluviosa. Las calles se encuentran desiertas. Aparece una mujer envuelta en un abrigo negro de lana. A pesar de llevar un paraguas, está totalmente mojada. La mujer avanza por la plaza, gira para tomar la angosta calle de la derecha y se detiene ante una antigua casa con aspecto abandonado. Rebusca en su bolso hasta sacar unas viejas llaves. Mira a su alrededor con una mezcla de melancolía y miedo. Introduce las llaves en la oxidada cerradura. Al abrir la antigua puerta se oye un estridente sonido que le hace temblar.
Sube por las escaleras con paso lento hasta alcanzar el segundo piso. Todo está en silencio, solo se oyen los crujidos de la madera del suelo al pasar. La mujer entra en una pequeña habitación y deja el paraguas en medio de ésta. La habitación se encuentra completamente desordenada, hay papeles y libros por el suelo. La mujer se sienta al lado de la chimenea y sin quitarse el abrigo, empieza a ojearlos uno por uno. Durante unos segundos se detiene a observar un viejo y arrugado dibujo. En él se aprecia el garabato de un perro. 

MUJER entre sollozos y susurros:   Mis dotes artísticas ya se podían apreciar en mi niñez… esto se parece más a un elefante que a un perro…

La mujer experimenta un cambio de emociones. Comienza a llorar y a reír a la vez. Se tapa la cara con los brazos y empieza a cantar balbuceando una canción infantil.
Aparece en la habitación un hombre de unos treinta años, con el pelo negro azabache y rizado. En sus ojos se refleja la desolación y la impotencia al contemplar la escena que acaba de protagonizar la mujer. Se acerca a ella. La abraza y le quita el abrigo mojado. La mujer tirita de frío, sus cabellos dorados le tapan la cara. Permanecen en silencio y abrazados durante unos minutos. Solo se escuchan los sollozos y la respiración entrecortada de la mujer.



HOMBRE mientras acaricia el sedoso pelo de la mujer:    No tenias que haber venido. Sabía que te ibas a poner así. Tenía que haberte detenido…

MUJER secándose las lágrimas:     Estoy bien… no te preocupes… solo me ha invadido la melancolía por unos momentos. Tranquilo, me encuentro bien. Quiero seguir viendo el resto de los papeles.

HOMBRE mirándole a los ojos con gesto serio:     Sabes que no tienes que hacerlo, aún estas a tiempo para echarte para atrás…

MUJER bajando la mirada para que no le vea llorar:       No, no, no, estoy segura de lo que quiero y voy a operarme, me dan igual esas estúpidas estadísticas…

HOMBRE:     No son estúpidas, son datos reales, no los tienes que ignorar. Solo una de cada diez personas se salvan y tu aun así quieres operarte. Sabes que puedes vivir meses incluso años…

MUJER acercándose a la ventana, observa la calle con la mirada perdida:            No quiero hablar del tema, quiero operarme, es mi decisión. No sabes lo que se siente, no tienes ni idea. He visto durante cinco años como el cáncer fue destruyendo la vida de mi padre. Durante los últimos meses no era él. Era un vegetal que ni hablaba ni reconocía a sus seres queridos, incluso no podía respirar y comer por sí solo. No quiero pasar por eso, prefiero quedarme en la mesa de operaciones. Quiero vivir los últimos días de mi vida plenamente y no atada a una máquina.

HOMBRE aproximándose a ella:    Lo sé, lo sé… pero todavía no me he hecho a la idea de que te voy a perder, no lo he asumido… No soporto verte así, martirizándote al ver todos estos viejos libros. Venir aquí no ha sido una buena idea, lo mejor es que nos vayamos y volvamos a la ciudad. Tienes que descansar.

MUJER se gira para verle y empieza a dar vueltas por la habitación:      Solamente quería recordar mi pasado. Viví en esta casa durante diez años de mi vida, diez años en los que fui plenamente feliz. Ojalá pudiera volver a vivirlos, hice tantas cosas de las que me arrepiento…

HOMBRE le observa cómo anda de un lado para otro:     Tendrás tiempo de vivir otras muchas experiencias más. En el fondo de mi corazón sé que vas a salir de esta, sé que te vas a poner bien. Dentro de unos meses, cuando estés recuperada del todo, haremos ese viaje que tanto queríamos hacer en nuestra niñez, iremos a Nueva York, a París, a Berlín… daremos una vuelta al mundo para celebrar tu recuperación, ya verás lo bien que lo pasaremos…

MUJER se detiene con un nudo en la garganta:     Si… seguro que lo pasaremos bien… Me gustaría pedirte un favor, antes de que me mue… antes de que me ingresen en el hospital… Si me pasara algo… yo…

HOMBRE se acerca una vez más a ella:     No te va a pasar nada, vas a ponerte bien, ya lo verás… No seas pesimista, en unos días estarás como nueva.

MUJER bajando la cabeza:             Si lo sé, pero… si me pasara algo…

HOMBRE sujetándole la cara para mirarle a los ojos:      Shh! Calla, no quiero que te despidas, no te va a pasar nada, todo va a ir bien. Vas a ser esa persona que se salva de cada diez, siempre has tenido suerte en estas cosas, y esta vez no va a ser menos. Se hace tarde, tenemos que volver ya al hotel, mañana te espera un día muy largo.

El hombre abraza a la mujer, le da un beso en la mejilla y la conduce hacia la puerta. Ella se vuelve para ver por última vez su antigua habitación. Suspira y se marcha. Bajan las escaleras y salen a la calle. Mientras el hombre cierra la puerta, la mujer se seca las lágrimas sin que éste se dé cuenta. Ha parado de llover y ahora luce el sol. Vuelven acompasadamente al hotel sin pronunciar ni una sola palabra durante todo el camino.

Mañana siguiente. La niebla invade las solitarias calles. Salen del hotel y se dirigen a la estación. Cogen el primer tren de la mañana que conduce a la ciudad. No se dirigen la palabra durante el viaje. La mujer se limita a ver el paisaje a través de las ventanas del vagón, el hombre por su parte, se enfrasca en la lectura de un libro que acaba de comprar. 
 En los rostros de ambos se refleja la pena y el dolor. Al mediodía llegan a la ciudad. Cogen un taxi y se dirigen directamente hacia el hospital.

Anochece. La mujer se encuentra sola en una habitación del hospital. Mientras está escribiendo una carta, unas lágrimas silenciosas recorren sus mejillas. Termina la carta y con un lamento taciturno la guarda en el bolsillo de su abrigo. Intenta dormir durante toda la noche pero los nervios se lo impiden.

Con la salida de los primeros rayos del Sol, la mujer entra en quirófano. Antes de traspasar las puertas de éste, mira al hombre y sin decirle nada le entrega la carta. Se miran durante unos segundos más, despidiéndose con los ojos y la mujer atraviesa las puertas de su destino.

Pasa una hora, dos, tres… El hombre inquieto se mueve de un lado a otro de la sala de espera. Lleva la carta en la mano, en ella está escrita una simple frase:
Léela cuando haya perdido.

Tras horas de espera, aparece en la sala el médico que operaba a la mujer. Se acerca al hombre, se miran. Sin ni si quiera abrir los labios, el hombre comprende todo y rompe a llorar. El médico con un rostro inescrutable trata de calmarlo.

MÉDICO:     Hemos hecho todo lo que hemos podido…

Sin mediar palabra, se levanta el hombre destrozado y sale del hospital. Camina durante horas, sumergido en sus recuerdos y pensamientos. Llega hasta un parque y se sienta desgarrado por dentro en un banco. Entonces, se acuerda de la carta que tiene en el bolsillo. Duda por unos instantes. Después, la saca y la abre. Le tiemblan las manos mientras la lee:
 Pensaba despedirme de ti mirándote a los ojos y viendo por última vez tu rostro, pero no pude, no me dejaste. Por eso, todo lo que quería decirte te lo escribo en esta carta.
Si estás leyendo esto, quiere decir que me he marchado para siempre. No he podido ser esa persona que se salva de cada diez, está vez la suerte no me ha acompañado. He perdido y lo que más me duele es que te he fallado.
Ya no podré acompañarte a tus viajes alrededor del mundo, ni apoyarte en todos tus proyectos locos, ni ayudarte a elegir el regalo de cumpleaños para tu hermana… Nunca más podré estar a tu lado.
No quiero que te entristezcas por mí, solamente deseo que alcances esa felicidad que tanto añorábamos en nuestra infancia y que estoy segura que conseguirás. Sé que los primeros días serán duros, pero podrás superarlos y salir adelante.
Espero que hagas ese viaje que tanto deseabas, a pesar de que no podré acompañarte en cuerpo, siempre estaré a tu lado, en tu mente y en tu corazón. Me gustaría que en cada una de tus pequeñas escapadas, como las sueles llamar, llevarás algo que te recordara a mí, así será como si te acompañara en cada una de ellas.
Confío en que algún día puedas perdonarme por tomar la decisión de operarme. Sabes que fue una difícil decisión, pero fue la más acertada. Tengo que darte las gracias por haberlo asumido tan bien como lo hiciste y por haberme hecho feliz durante todo este tiempo…

El hombre no puede seguir leyendo, sus ojos se encuentran empañados por las lágrimas que brotan de sus ojos sin cesar. Arruga la carta y la acerca a su corazón. Entre sollozos pronuncia por última vez su nombre…

VOZ EN OFF:          En esta historia ficticia, los personajes no tienen nombre puesto que representan a todas aquellas personas que han padecido directa o indirectamente el cáncer. Esta historia refleja la frustración y el dolor que sufren todas las familias que ven sin poder hacer nada como el cáncer les va ganando la batalla.

A pesar de los grandes avances médicos, en España, el pasado año, uno de cada cuatro fallecimientos se debió a un tumor maligno. En la actualidad, sigue sin haber una cura eficaz para el cáncer, mientras tanto, miles de personas mueren al año debido a esta enfermedad.

 

Escribí esta historia hace casi año y medio para un trabajo del insituto. Hoy después de encontrarlo por casualidad, no he podido evitar sentir un escalofrío por mi espalda. Nunca sabes a quien le puede tocar esta fatídica lotería.

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