¿En qué momento exacto su mirada ilusionada se transformó en indiferencia? Por mucho que buscase, no alcanzaba a verse en el reflejo de sus ojos, esos ojos que tantas veces le habían mirado en el pasado. Todo aquello era un vano recuerdo y su persona un simple fantasma.
sábado, 30 de abril de 2011
lunes, 25 de abril de 2011
Conclusión 179
-Y recuerda nunca alargues una discusión más de dos días.
-¿Por?
-Al segundo día ahogan sus penas en otra.
sábado, 23 de abril de 2011
Conclusión 178
¿Somos capaces de asumir nuestra culpa?
Siempre que hacemos algo mal tendemos a echar la culpa a los demás: es que el profesor fue un asqueroso y preguntó algo muy difícil, es que no me llamó, es que me miró mal, es que empezó él primero, es que...
Nos resulta más fácil desentendernos de nuestros actos, pensar que el culpable es el otro y que nosotros somos unas simples víctimas. Así, no tenemos que hacer frente a algo tan hiriente como el remordimiento. Antes de pegarnos todo el día lamentandonos de nuestros actos preferimos esperar a que la otra persona nos llame pidiendonos perdón, pero ¿y si no llama? ¿tan convencido estás de tu "inocencia"?
Quizás, la culpa no fue del profesor, sino tuya por no haber estudiado lo suficiente. Quizás, deberías haber llamado tú antes disculpándote. Quizás, le habías ofendido y por eso te miró mal. Quizás...
Quizás, después de todo, no supiste pedir perdón en el momento adecuado. Pero, claro, resulta más sencillo pensar que la culpa fue de las demás, así, al menos, el remordimiento te deja vivir.
martes, 19 de abril de 2011
Conclusión 177
Imaginate por un momento que uno de tus cinco sentidos desapareciera y te diesen a elegir de cual de ellos querrías desprenderte.
¿La vista? Dejarías de ver hermosos lugares. No podrías contemplar un mismo escenario a diferentes horas del día. No verías tu rostro reflejado en la nieve o en la superficie de un lago. Dejarías de observar el arco iris después de cada tormenta. A cambio, no serías engañado por las falsas apariencias y podrías querer a una persona por lo que realmente es.
¿El olfato? No olerías a hierba mojada. No distinguirias su perfume entre el resto de la gente. No olerías a pan recién hecho cada mañana. No disfrutarías del olor del café. Eso sí, te librarías del olor a alcantarilla y a plástico quemado.
¿El oído? No oirías el canto de los pájaros. No podrías escuchar tu canción favorita. No diferenciarías su voz. No apreciarías los distintos tonos de una conversación. No podrías hablar por teléfono. A cambio, evitarías los sermones de tus padres y toda la contaminación acústica que te rodea.
¿El tacto? No podrías recorrer su cuerpo como si un mapa de una ciudad perdida fuese. No distinguirías la suavidad de una almohada con la aspereza de una lija. No sentirías sus caricias ni sus roces furtivos. Evitarías el dolor físico y los pellizcos.
¿El gusto? Dejarías de saborear tu plato preferido, la cremosidad de un helado y la acidez de un limón. Te daría igual que comer pues todo te sabría igual. Eso sí, podrías comer todos los platos que más odiases y chupar cualquier objeto sin sentir su sabor metálico.
¿A qué estarías dispuesto a renunciar?
domingo, 17 de abril de 2011
Conclusión 176
"La pena de la ausencia se borra ante la memoria de los recuerdos felices."
Aunque a veces cueste, nunca te olvides de sonreír.
sábado, 9 de abril de 2011
Conclusión 175
¿En qué momento de tu vida esconderte bajo los sábanas, abrazar a tu peluche favorito y cerrar fuertemente los ojos deja de ser tu defensa más efectiva contra cualquier mal? ¿Cuándo se contestó a la pregunta: "Mamá, tengo miedo, ¿puedo dormir contigo?" con un "no"? ¿En qué instante pasaste de tener pesadillas a vivirlas?
Sólo dime el momento exacto para que pueda volver a él.
lunes, 4 de abril de 2011
Conclusión 174
Sientes como se te eriza la piel, como poco a poco un escalofrío recorre tu cuerpo, lento, frío, cruel. Alguien ha pronunciado esa fatídica palabra, esa palabra que desde siempre te ha producido un intenso miedo y desde hace meses, también, un inmenso dolor. Egoístamente deseas que no te pase, que no seas tú quién la próxima vez tenga que pronunciarla. Descubres que toda esa tranquilidad que te habían impuesto era mentira, una simple cortina de humo que se ha desvanecido con un simple "me duele". Escuchas desde la lejanía el tic-tac del reloj, un sonido monótono que te muestra burlón, la cuenta atrás, la lucha con el tiempo. Las manecillas avanzan, pausadamente pero sin descanso, y mientras, entre cada tic-tac del reloj, escuchas esa queja silenciosa: "Marga, me duele".
viernes, 1 de abril de 2011
Conclusión 173
Cuando un grupo de monos presienten algún tipo de peligro, su ansiedad se dispara y debido al instinto, se apiñan y acicalan los unos a los otros. Nada de esto les sirve para evitar el peligro, pero sí para aliviar la sensación de soledad.
Nosotros, como "primos lejanos" de los monos, en ocasiones también necesitamos esa presencia dulce, constante y tranquilizadora que nos apacigüe ante cualquier situación de incertidumbre. Sin embargo, muchos lo ignoran.
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